Amando incongruentemente
- anac
- 10 ago 2018
- 5 Min. de lectura
Recuerdo bien que te esperaba con mucho amor, con mucha ilusión, mientras te esperaba vivía un sueño. Esperaba que llegaras y todo fuera como en las películas, como me lo había imaginado desde pequeña cuando jugaba con mis muñecas entre carriolas y cunas de juguete.
No se, no puedo culpar a nadie pero tenía en mi mente esta imagen casi perfecta de ti llegando, de ti pegándote a mi, comiendo sin problema, de ti hermoso llegando con un pequeño llanto satisfactorio solo para saber que estabas aquí y que estabas bien... Todos decían que era lo mejor, que era padrísimo y yo esperaba eso, esperaba entrar a la casa triunfante con la piel radiante y una sonrisa enorme, mi esposo tomándome la mano y mi bebé en el brazo; esperaba volver a mi peso rápidamente, a mi rutina diaria, volver a los tacones, y esperar a mi esposo guapísima, con el cabello arreglado, un vestido entallado y con la casa perfecta mientras te mecía en un moisés cubierto con un hermoso velo...
Y ahora que lo estoy escribiendo me parece todo tan absurdo.
¿Cómo podría pensar eso sabiendo por lo que iban a pasar mi cuerpo y mi mente? Pero eres mamá primeriza, no puedes imaginar otra cosa...
Y pasa el embarazo; por cierto el mío terrible... nunca me llegó el famoso “pregnancy glow” jamás me sentí reluciente ni con un “brillo especial”... ¡Hasta que un buen día llegó el día!
Luego de unos dolores terribles que ahorita no recuerdo pero según papá fueron terribles, llegaste al mundo, y no, nada como me lo imaginé. Llegaste morado e hinchado y cubierto de algo baboso que si no hubieras sido mi hijo no se si me hubiera animada a tocarte; ¡pero te veías precioso y perfecto según yo!
¡La mejor sensación del mundo fue cuando te cargué y te pegué a mi! Eso si fue maravilloso. Fui más feliz de lo que imaginaba que podría ser.
Luego llegamos a la casa, y pasaron los días y tu llorabas y llorabas y no dejabas dormir y no sabíamos que hacer, nadie nos había hablado de esto. ¿Qué estaba pasando? , ¿Que no tenía que verme como en una revista?, ¿ Perfecta y feliz? ¡No me veía para nada perfecta! ... y eso de feliz pues iba y venía. Mi bebé no dormía pacíficamente, yo rondaba por la casa como un zombie con un seno de fuera, manchas de leche en la blusa, un chongo mal hecho en el cabello, ojeras enormes, sin maquillaje y con la piyama puesta, con una faja asfixiante debajo y ¡era la mujer menos sexy del planeta! Te daba pecho y sentía que no te llenaba, me ponía el sacaleche y me sentía peor que una vaca lechera siendo ordeñada en serie, odiaba ese aparato, prefería mil veces tenerte a ti pegado a mi que a un aparato extraño pero era necesario usarlo o por lo menos eso decían.
Odiaba estar sentada sintiendo dolor en partes de mi cuerpo que nunca me habían dolido. Al principio tenía miedo de que te diera hambre porque eso significaba dolor para mi, dolor en varios lados al mismo tiempo... me dolían los senos, me dolían los pezones, me dolían las hemorroides, me dolía no dormir, me dolía la escena en general, me dolía sentir que no te llenabas, me dolían tus llantos, ¡me dolía que me doliera! ...¡me dolía el alma!.. ¡Eso no me lo habían contado!
Fueron pasando los días y esos dolores físicos comenzaron a desaparecer, los dolores que quedaban fueron los más difíciles de curar... me seguía doliendo escucharte llorar sin saber cómo calmarte, me dolía verte vomitar con el reflujo, me dolía verme llena de leche en la ropa, me dolía verme encerrada en casa dándote leche a libre demanda cada que lo solicitabas, y vaya que eras de solicitudes estrictas y firmes por que desde que naciste eres así de exigente en todo. ¡Me dolía no saber como consolarte! Me dolía que me mordieras o arañaras, y que no parara el llanto. Me dolía darme tanto a ti y recibir malos tratos de tu parte. Yo te cantaba con amor, te arrullaba, te tapaba, te mecía... ¿Y que recibía? Gritos, mordidas, llantos incesantes, vomitadas, manchas de todo tipo, me hacías pipí encima mientras te cambiaba el pañal, me vomitabas encima mientras te amamantaba, me gritabas cuando te arrullaba o cantaba... ¡me dolía tu poca empatía hacia mi! Había días que ya no quería convivir contigo. Me daba sentimiento que fueras tan ingrato, ¡tan mal agradecido! ¿Cómo podías ser así conmigo que soy tu mamá y que dejé mi libre vida anterior por esto?
... Pasaron los días, y todo era peor de incoherente que una película de Tim Burton. Eras la personita más ingrata del planeta pero eras a la que más amaba. Te veía a los ojos y pensaba que no podía amarte más de eso sin embargo sentía a mi corazón crecer día con día. Y comencé a entender a mis padres. Comencé a entender cómo era posible que mi madre me hubiera perdonado tantas fallas. Tantos años de errores. Porque a los hijos no se les puede amar menos de lo que ya los amamos. Ese amor solo crece, solo se multiplica, solo se llena. Jamás disminuye o se vacía.
Amarte a ti ha sido la mejor enseñanza que me ha dado la vida. Me enseñó a amar sin apariencias. ¡A amar algo que si me lo hubieran contado sin duda odiaría! Pero es algo que va contra la naturaleza de las madres. Los hijo nos hechizan. Nos dan el amor del que no se puede huir. El perdón del que no se puede prescindir. La sabiduría que no podemos ignorar.
¡Qué regalos tan preciados! Nace un hijo y lo colmamos de ropa, juguetes y monadas de moda. Pero nace una madre y el hijo la llena de dones y dichas. Dichosas nosotras las madres que poseemos y conocemos esos regalos. Dichosas las madres que disfrutamos de los dones que nos da Dios por medio de los hijos. Nunca fui más sabia ni más paciente que cuando te tuve en mis brazos. Nunca fui más responsable, más aterrizada, más firme, nunca fui más poderosa, más humana que cuando llegaste y me entregaste una nueva forma de vivir mi vida. No recuerdo lo bonito de la anterior. Ha de haber sido lindo ser mi anterior yo sin embargo ya no lo extraño. Me siento completa ahora. Me siento mamá.
No, ser mamá no ha sido como una película de Disney, no ha sido para nada parecido a un cuento de hadas, definitivamente ha sido más parecido a “Jurassic Park” o “Tornado”.... pero es la incongruencia más hermosa que me ha dado la vida. La experiencia que me ha enseñado que se puede amar sin medida algo que si te lo cuentan piensas que odiarías sin dudarlo, amas más de lo que piensas a alguien que te quita todo, pero que a la vez te da más de lo que tenías.
Dichosas las madres que solo nosotras podemos vivir la experiencia de amar incongruentemente a la incongruencia más grande de nuestra vida.
Han pasado casi dos años desde que llegaste a mi vida Jacobo, y te sigo amando sin medida cada día más, amo que seas el motivo de la incongruencia más hermosa de mi vida.
AnaC.
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