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Mi gran amor, mi hermoso recuerdo y mi adiós forzado

  • Foto del escritor: anac
    anac
  • 31 oct 2018
  • 5 Min. de lectura

Una onza más....


Hoy todos tuvieron sus disfraces.

Teníamos preparado el de Jacobo.


Se vestiría de Woody; teníamos su sombrero, su cinturón y sus botas, teníamos hasta al caballo de palo. El perrito salchichón sería Slinky. Y saldríamos a las seis a ver los disfraces de los otros niños.

Estábamos emocionados desde el domingo.

Pero Dios ya había dispuesto algo más.


Hoy no hubo disfraces, ni dulces, porque mientras Jacobo dormía yo lloraba la partida de su hermanito rojo.


Se nos fue con Dios. No sabemos exactamente el momento ni la razón.

Hoy recordamos que nuestros hijos son prestados.

Cada uno con su propia misión. Larga, corta, fácil, difícil, incierta; cada una diferente.


Teníamos tan pocas posibilidades de llegar a término por el síndrome de Hellp que jamás pensé siquiera en que su corazón dejara de latir tan prematuramente. Le temía mucho más a la semana veinticinco que a las primeras doce...


Ya lo amaba. Tanto como a Jacobo. Era mi bebé chiquito.

Me llenaba de ilusión. Con él sentía a la familia completa.



...El miércoles me sentía mal. No se exactamente que pasó. Pero luego Jacobito se enfermó y la prioridad cambió.

Para el domingo Jacobo estaba mejor y yo nuevamente me sentí enferma.

El lunes en la noche comencé a sangrar. El martes en la mañana lo mismo. Hablé con el médico (uno de mis ángeles) me dijo que fuera a verlo a las doce, la hora que Jacobito sale de la escuela.

Fui por Jacobo, le hablé a mi mamá para que nos viéramos en el consultorio y esperamos. Entramos, me puse la bata y me acosté en la cama, le dije “ven para que veas a tu hermanito rojo, vamos a escuchar su corazón”, el médico me preguntó si sangraba e hizo cara de que no estaba bien, revisó y dijo “no hay latidos” .. le pedí a mi mamá que sacara a Jacobo del consultorio.

Lloré.

El médico me explicó un par de cosas. Me pidió volver en la tarde para hablar con mi marido y explicarnos el procedimiento que seguía. Jacobo me esperaba fuera del consultorio. Lloré fuerte en el pasillo y mientras pagaba. Sequé mis lágrima, abrí la puerta y me abrazó fuerte, le dije “te amo mi pimpollo, tienes hambre? Vamos a comer”.

Nos fuimos. Jacobo se fue con su abuela muñeca a comer. Hablé con Sergio y manejé a la casa, quedamos de vernos allá. Llegué a la casa sin alma. Tomé un frasco de agua bendita, mojé mis dedos e hice una cruz en mi estómago, le di su bendición, y me despedí de él. Le dije que sabía que ya no estaba ahí conmigo y le agradecí haber llegado a mi vida. Me disculpé por la forma en que sabía que lo sacarían de donde fue su casa. Le dije “te amo” y me quedé acostada con las manos en mi viente, inmóvil.

Llegó Sergio. Nos abrazamos y lloramos. Hablamos de la voluntad de Dios y de la necesidad de ser fuertes por Jacobo.

Y me dijo “te invito a comer” y a quién no le alegra el día unos tacos con salsa? Así que comimos tacos tratando de digerir la noticia.


Platicamos y dejamos correr el tiempo. Yo sentía que no era real.


Me daba impotencia, quería ordenarle a ese corazoncito que se pusiera a latir. Luego recordaba que no latía y le decía a Sergio enojada que quería que ya lo sacaran. Pero no, no quería separarme de él, ya era una parte mía.


Sergio intentaba hacerme reír y me recalcaba que no era mi culpa.


Se hizo tarde y llegamos al consultorio. El médico muy amable nos explicó lo que creía que había sucedido, un evento genético era lo más probable... Dios y la naturaleza hicieron lo suyo. Yo suspiré, agradecida con Dios por la compasión tan grande que le tuvo a nuestro Bebito.


Agendamos un legrado para el miércoles en la mañana, no podían hacerlo en ese momento porque tomaba un tratamiento preventivo que incluía anticoagulantes. Pregunté quien sería el anestesiólogo y me responde “el Doctor Valenzuela” suspiré tranquila “mi angel de la guarda” quien había detectado mi Hellp. No quería que nadie mas se encargara de dormirme más que el!


Me mandaron a mi casa y me pidieron regresar a internarme a las 11pm.


Me fui corriendo a abrazar a Jacobo a casa de mis papás. Tenía que decirle que lo amaba siempre antes de dormirse, tenía miedo de lo que me pudiera pasar al día siguiente, sobre todo a no despertar de la anestesia o a presentar alguna hemorragia por no coagular. Nunca le he tenido miedo a la anestesia, nunca hasta que tuve a Jacobo, no había terminado de disfrutarlo, quería estar bien para él.

Le dije que lo amaba mil veces, le di todos los besos y abrazos, le expliqué que dormiría con los abuelos y me fui.


Llegué a casa. Cenamos algo ligero. Una sopita y tostaditas de aguacate.


Me depilé porque obvio estas cosas te agarran desprevenida y pues hay que andar presentables... y me metí a bañar. Hice mi maleta y nos fuimos al hospital. Yo cada vez me sentía peor, náuseas, dolor de cabeza, me sentía sin fuerza como si en cualquier momento me fuera a desmayar.


Tardaron una hora en ingresarme y por fin entramos directo a tocología.

Me prepararon y me pusieron a descansar. Platiqué poco con Sergio, estábamos pensativos, nos dábamos la mano de vez en cuando, un beso. Sabía que nos dolía la pérdida y a él le dolía verme sufrir además lo físico.


A las tres de la mañana Sergio se fue a dormir al cuarto. Yo dormité. Me hicieron estudios. A las cinco me dieron medicamento para dilatar el útero. Y comenzaron un poco de contracciones. A las seis y media me dijeron es hora de ir a quirófano. Le llamé a Sergio y vino a donde estaba para despedimos. Le di un beso y un “te amo” y me dijo “yo también”, “díselo también a Jacobo” ... pero ya no me escuchó. Y me quebré. No dejé de llorar hasta que me sedaron.


Nunca había tenido tanto miedo. Temblaba. Sabía que me quitarían a mi bebé. Que hasta ahí había llegado nuestro tiempo juntos. Aunque ya no latía más. Le pedí a Dios que me despertara pronto, a Dios, a la Virgen, a los Santos, a mi bebito, a mi Tita y a todo aquel que me pudiera echar una ayudadita desde arriba.


Recé.


Llegó el Doctor Valenzuela. Me consoló un poco. Llegó la Doctora Montes me abrazó y lloré desconsolada. Luego el doctor Escárcega, me preguntó “como está?” Le dije tengo mucho miedo; me consoló. “Todo va a estar bien” fue lo que dijo. Y me dormí. Y es que tenía al mejor equipo, era como tener a los Avengers conmigo. Me sentí segura cuando cerré los ojos. Me sentí cobijada y tranquila, el miedo se había ido.


Abrí los ojos aproximadamente 25 minutos después. Terminó la pesadilla. En cuanto desperté hablé con Sergio y lloré, una enfermera me abrazó y me consoló. Todo estaba bien. Me llevaron a mi cuarto. Vi a mis papás. Vi a toda la familia. Estaba bien. Ya había pasado todo.


Y aquí estoy son las 6:37 de la tarde... a mi lado Sergio mi fiel compañero, porque no hay manera de pasar esto más que juntos.


Y no, hoy no nos disfrazamos hoy lloramos su partida, pero agradecemos a Dios su corta vida, su hermoso recuerdo y nuestro gran amor.



Agradezco con mucho cariño y de una manera especial a mis tres ángeles, Doctor Jaime Escárcega, Doctor Daniel Valenzuela y Doctora Karina Montes.

Su empatía y su apoyo incondicional suavizaron nuestra pérdida. Muchas gracias.








 
 
 

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