La llegada
- anac
- 16 jun 2018
- 6 Min. de lectura
Y toda la historia comienza ese sábado 3 de septiembre del 2016, en el que yo ya tenía 37 semanas de embarazo, las últimas 4 habían sido terribles... físicamente me veía y me sentía mal... emocionalmente era la persona con más esperanza y más emoción sobre este planeta. Contaba los días, las horas, minutos y segundos para tenerlo en mis brazos.. soñaba con él constantemente, dormía poco, pero imaginaba mucho; imaginaba y deseaba ese olor a bebé, esa sensación de tocar su piel suavecita y húmeda, esa fotografía de nosotros tres y el momento en que decía orgullosamente que él era nuestro hijo.
Lo tenía todo en la mente, un parto perfecto, natural, hermoso. No tenía miedo del dolor del parto, era más la emoción, nunca pensé en lo que podría salir mal... estudié, tomé cursos, leí todo artículo que pude relacionado con bebés, nacimientos, partos y temas afines. Practiqué yoga, seguí la dieta, hice pilates, descansé, fui una mujer que se preparó.
¿Que se preparó?, ¿quién se puede preparar para esto?, no hay forma de saber lo que sucederá durante el parto... tampoco después de él.
Ese sábado, abrí los ojos. Me sentía mal, como en los últimos 5 días.
Vomité. Vomité de nuevo. y lo hice otra vez.
No recuerdo cuantas veces.... le escribí a mi mamá... ¨Mami ya va a nacer tu nieto porque me siento fatal", me contestó... "Algo anda mal.. yo tuve tres y nunca me sentí mal"...
Llegó Sergio, eran las 3pm. Me dijo que venían sus amigos a hacer una carne asada al jardín y le dije que no los podía acompañar. Me acosté, sentí una sensación rara. Me levanté al baño y se reventó la fuente.
Bueno que emoción tan grande sentía. Desaparecieron las náuseas y cualquier malestar. La adrenalina comenzó a hacer su trabajo. Le grité a Sergio, "amor se reventó la fuente, me voy a bañar"... me contestó "ok, ¿te preparo un sandwich? ..... Le escribí con calma a la doctora y me dijo "la veo en un rato en el hospital", texteé a mi papá "viene tu nieto en camino, no hay prisa, te escribo al rato".
Pensé.. tengo que ir al baño... no, mejor me voy a bañar y arreglar y después voy.. tenía ganas de pujar... decidí meterme a bañar...
A medio baño una contracción... pensé "viene lo divertido, se como hacerlo", ok, segunda contracción. Uff, tercera, cuarta, quinta, y ya no me podía mover. Le grité a Sergio para que me ayudara a salir de la regadera, empezaron los nervios. Terminó de preparar mi maleta, me vestí. Mi ropa se mojó en la siguiente contracción. Decidí cambiarme de ropa. Sergio me regañó por tardarme. Me vestí otra vez y estábamos listos. ¡Vámonos! ... cuatro escalones y pensé "no puedo, voy a pujar aquí" Sergio entró en pánico. No recuerdo si me cargó, empujó o jaló hasta la camioneta. Pero estábamos ahí, empecé a respirar como en el curso mientras le exigía que me guiara cómo hacerlo, el también tomó el curso y era lo justo dadas las circunstancias.
Yo gritaba mientras Sergio le llama a mi papá y le dice, "Señor ya va a nacer su nieto" ... Mi papá escucha mis gritos, se mete el bocado de torta de lomo a la boca (media torta dice mi mamá) y corren al hospital.
En el camino, quería pujar, y tomar agua.. solo pensaba en eso y en recordar como era la respiración - "uno largo, tres cortos.... una pausa, ¿o como?" ... eterno el camino...
Llegamos al Hospital, me reciben en la puerta con una silla de ruedas.... recuerdo que no me quería bajar porque me daba pena estar toda mojada...¿ queeeee? si, me daba pena, que estupidez,... en fin. Entramos al elevador, Sergio, el guardia de seguridad, un pobre y simple mortal y yo gritando como loca... "voy a pujar" ... NUNCA, nunca, nunca, voy a olvidar la cara de ese pobre hombre que pensaba que le iba a tocar agarrar la placenta o algo así...
otra vez... eterno el camino al bendito lugar donde una por fin puja....
Me recibe una enfermera en el pasillo "Buenas tardes señora, soy Lupita"... -"Lupitaaaaaaaa, ¡voy a pujar ya!, y ¡tengo mucha sed!". No puede tomar nada fue lo que me dijo... osea vomité toda la mañana, iba deshidratada y no podía tomar una gota de agua.... ¡me moría!
Me pusieron una bata... me prohibieron pujar y me hicieron el bendito tacto... ¿quién inventó eso? A la pobre Lupita le recordé hasta a su bisabuela...... "A sala de expulsión" fue lo que dijeron después de eso...
Todo estaba pasando como en cámara rápida... era demasiado rápido... Quería tener tiempo de mentalizarme, poquito aunque fuera, hablar con Jacobo... decirle que él sabía salir y yo sacarlo.... se lo dije en el pasillo, sobre la camilla un millón de veces "somos un equipo bebé", "Lo hemos platicado mucho, confío en ti, tu confía en mi, el mundo es hermoso, lo vas a amar, te voy a amar y cuidar tanto que no extrañarás estar aquí adentro".
Llegó el anestesiólogo y se presentó... "Soy el doctor Valenzuela. ¿Por qué está tan amarilla?".... ¿Que comentario fue eso?, y ¿qué clase de presentación es?... "estoy a la mitad de algo... si quiere luego platicamos"... - era lo que yo pensaba a medio reborujo. Titubeó entre ponerme o no la epidural cuando le comenté que había estado vomitando y que los últimos días no me había sentido muy bien. La puso... aunque tengo entendido que en menor dosis o algo así.. él nunca estuvo seguro y Jacobo ya estaba casi afuera...
"Ahora es cuando" , "En cada contracción puje" me dijo la doctora... mientras yo intentaba recordar cómo era pujar con el aire como en el curso y no como cuando quieres ir al baño o algo así.... e intentaba localizar a mi marido que en ese momento se le olvidó tomar mi mano y prefirió estar enfrente de mi en primera fila recibiendo a su hijo...
Con el doctor Valenzuela sobre mi abdomen y luego de cuatro contracciones, escuché el llanto más bonito que jamás haya escuchado a las 6:39pm.
Qué sensación tan hermosa, sentir a tu bebé en brazos, los tres juntos, todos bien, no hay palabras con las que pueda describir ese momento más precisas que "FELICIDAD". El tiempo se detuvo, Sergio cortó el cordón, el momento de la foto de los 3 lo tengo en mi mente claro como si ocurriera diario.
No lo tuve mucho tiempo, se lo llevaron a medirlo y pesarlo y esas cosas... pasó todo tan rápido... recuerdo bien la conversación que tuve con la doctora después de eso... "Es un día lindo para nacer, el sábado.... bla, bla...
...Mi abuelo era ginecólogo también... pero luego se dedicó a la política y se hizo diputado..."
Mientras ella cocía la herida de la episiotomía... a la que le tenía yo más miedo que al parto mismo...
Salimos de ahí, yo pedía agua como si hubiera cruzado el Sahara a pie... la instrucción fue que no tomara agua hasta que se me pasara el efecto de la anestesia..¿cual, si ni me pusieron casi?, En unos minutos estaba lista para levantarme... en 40 min estaba en mi cuarto con toda la familia, la familia de Sergio y todos los invitados a la carne asada que decidieron nada más trasladar la sede al Hospital.
Me sentía perfecta, realizada, plena, feliz...
Hice lo más difícil que había tenido que hacer en mi vida, sin problemas, sin batallar, confiada en Dios, en mi, en mi esposo y en mi hijo.
Jacobo llegó al cuarto después de un rato, y era todo lo que había soñado que debía ser y mucho más. Se pegó a mi pecho, me hizo sentir superpoderosa, en ese momento mi vida ya había cambiado en todos los aspectos en que una persona puede cambiar.
En ese momento había vencido miedos, enfermedades, y cualquier dificultad que pude haber tenido sin siquiera haberme dado cuenta aún.
La llegada de mi bebé, cambió la vida. A los 2 días me di cuenta que realmente su llegada si fue un milagro. Vencimos juntos el síndrome de Hellp.
Jacobo salvó mi vida en todos los sentidos en que se puede salvar a un persona.
Desde ese día entendí que soy mujer, que soy imparable, que consigo todo, la confianza que me dio mi hijo cuando nació no la habría adquirido jamás, porque los hijos nos regalan eso, un superpoder inexplicable que hacen que todo en esta vida sea posible.
Recuerdo el nacimiento de Jacobo como el día más feliz de mi vida sin duda, un día divertido, lleno de alegría, esperanza, incertidumbre, adrenalina, y amor. Pero también lo recuerdo como el día en que junto a él volví a nacer yo, mi segunda oportunidad, mi momento de corregir errores y aprender a aprender, aprender a perdonar, aprender a amar.

A mi hijo Jacobo le debo mi vida, a mi esposo Sergio la dicha de ser madre y por lo tanto mi vida también. Los amo siempre.







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