Los malacostumbrados
- anac
- 8 jul 2018
- 5 Min. de lectura
Dos o tres veces me ha pasado estar haciendo cualquier cosa y pensar "Creo que ya mero me voy a caer o a tropezar porque hace mucho que no me pasa.... y claro.. en esos días, me caigo o me tropiezo. ¿Soy yo?, ¿o a todos nos pasa?
Este post no quiero dedicarlo exclusivamente a mujeres porque creo que es un tema que nos pasa por igual, y no, esta vez no va dirigido tampoco solamente a las mamás.
He pensado mucho en esto porque creo que es un tema importante pero delicado al escribirlo ya que hay muchas cosas que se pueden mal interpretar, aunque la idea la tengo y muy clara, lo que me gustaría hacer es compartir este pensamiento que tengo de que muchos de nosotros los adultos estamos muy malacostumbrados a la vida cotidiana, y esto no es lo que me molesta, me molesta que estamos malacostumbrados a vivir sin ser felices, o pensando que no lo merecemos.
Mi punto es el siguiente, y quiero decir que tal vez sea yo la única persona a la que le pasa, lo cual sería extraño pero escribirlo me ayuda a reflexionar sobre ello, y si no es así, si tu también eres de los míos pues bueno por lo menos sabemos que no somos los únicos y tal vez esto nos ayude a reflexionar un poco.
Estaba hace algunas semanas con una amiga tomando un café (de donde por cierto salen muchos posts porque siempre o nos desahogamos o queremos arreglar el mundo) y platicábamos sobre lo felices y plenas que nos sentimos en este momento de nuestras vidas.
Ella acaba de tener una hermosa bebé, Emilia, y de verdad que es una muñeca. Y de repente en la plática surgió este "me siento tan feliz que me da miedo"... Y no necesitas ser mamá para sentirte "Tan feliz".. este era su caso particular. Y aquí fue cuando me di cuenta que estamos demasiado malacostumbrados a no sentirnos felices, plenos, completos. Es que esta vida es tan egoísta. El tiempo es poco, y las preocupaciones muchas.
Las responsabilidades nos persiguen, los retos nos sobrepasan, parecen competencias, en todos los aspectos y a todas las edades. Parece que si nos quedamos quietos dos minutos nos atropella la vida misma. A veces no sabemos tras qué corremos, pero corremos, aunque sea sin rumbo, solo corremos, porque estar parados parece que no es una opción ni para nosotros ni para el resto que nos señala a diario vigilando si avanzamos o no (es que nuestras vidas han de ser interesantísimas para ellos, sobre todo si no somos felices, bueno y si lo somos también). El caso es que pasa un día, el primero del año y hacemos nuestra lista de propósitos, pasa el segundo, y el mes completo, y la primer mitad del año, y estamos apuradísimos haciendo mil cosas... pero no sabemos ni para qué, ni por qué, ni si queremos o no hacerlas.
Lo que me preocupó en ese café, fue darme cuenta que yo también he aplicado la frase "disfrútalo mientras dure"... o aún peor "no hay felicidad completa" .. ¿en serio? ¿se tiene que acabar algún día?, ¿en serio no la hay? o es que solamente estamos programados desde el principio a que no podemos vivir en un estado de felicidad y satisfacción continua..
Es que escuchamos muchas cosas... que la felicidad es el camino, no el lugar al que se llega. Si estoy de acuerdo... y pues no se, pero yo en lo personal quiero caminar todo el camino feliz o ¿tenemos que elegir tramos? Tal vez has de estar pensando que es una fantasía vivir siempre en un estado de felicidad, si me queda claro, los altibajos y todo esto pasan, pero... ¿tenerle miedo a la felicidad?, ¿esperar a que se termine? así no se puede ni disfrutar. Yo no le encuentro una razón lógica, aunque respeto a quien si. Cada quien vive su vida como mejor le parezca, a mi invítenme no "mientras dure" sino a "hacer que dure". Yo soy de esas que si ya conozco algo que me gusta no quiero soltarlo. Y en lo personal la felicidad me gusta mucho. Y me gusta más ahora que me doy cuenta que gracias a Dios "mientras dure" es solo una expresión. Por que le he estado dando vueltas y creo que la raíz de esto viene desde que somos pequeños.. cargamos a estas señoritas molestas que conocemos como culpas, en todo están, y una vez que se nos suben encima sacudírnoslas es lo más difícil; puede llevarnos años o vidas completas.
Hacemos de todo para estar felices, buscamos el camino, sobrepasamos los obstáculos, pero ahí está esa persona con la que convivimos que siempre se acongoja, que siempre se queja, que es la famosa "persona tóxica" y cuando ibas a contarle lo feliz que te sientes o lo bueno que te pasó te sientes culpable por tú si estar en este estado de plenitud y que esta persona no. O sea, ¡te sientes culpable!, como si pudieras vivir tu vida y la de mil personas más al mismo tiempo. Es que lo que intento decir es que cada quien que se responsabilice por su propia felicidad y que se preocupe de alargarla y mantenerla lo más posible, que cada uno nos acostumbremos a sentirla a vivirla constantemente y no en pedacitos, no en tramos. Y no haciendo puntos para merecerla. Y no regalándosela a alguien más. Y no rechazándola por que tu mamá, hermana, amiga, prima, pareja o quien sea no la ha alcanzado. Tu llegaste ahí, la tienes, valórala.
Sacudámonos esta culpabilidad por que "soy feliz y tu no".
Hablaba de las mal interpretaciones de este tema porque puedes pensar que soy una egoísta. No hay que confundir las cosas. Si está en tus manos ayudar a que otra persona sea feliz, adelante. No me refiero tampoco a dejar de lado la empatía. Si, puedes reservarte el compartir tu alegría si es un mal momento para la persona de a lado; más no sentirte culpable por tu alcanzar la plenitud y que otras personas no lo logren. Eso no se contrapone con la empatía, la ayuda, la compasión, ni ninguno de los valores que al contrario.. nos llevan a la felicidad al ejercerlos. Por eso es un tema complejo, porque yo me permitiría decir que todos tenemos derecho de sentir un estado de felicidad, plenitud, dicha o como quieras llamarlo. Alcanzarlo es un reto, mantenerlo más, pero vivir una vida sin él es un calvario. El problema es que existen personas que como no lo conocen no lo extrañan. Y personas a quien les llega tan tarde que le dan la espalda. O que les llega tan inesperadamente que les da miedo.
Hay que buscarla, aceptarla, enfrentarla. Sin miedo, sin culpas, mucho menos ajenas. Sin remordimientos, ni malos recordatorios, sin preguntas. Por que somos nosotros mismos los que no nos dejamos ser felices, los que le damos vueltas, ¿me merezco tanto?, ¿soy capaz de lograr esto?, ¿no me irá a pasar como le pasó a quien sabe quien, que primero estaba muy bien y luego le llegó esta mala noticia?. No sabemos. Igual y si. Pero si estamos pensando en eso primero que nada es más probable que nos pase por aquello de la atracción y segundo, tampoco pudimos disfrutar cuando era nuestro turno. Tal vez nunca se iba a acabar pero pasamos el tiempo con miedo, esperando la llegada de lo malo.
La buena noticia es que los que estamos malacostumbrados podemos detectarlo y bien acostumbrarnos, y dejar de sentir culpabilidades imaginarias. Quitarnos la idea del "mientras dure" porque si pudimos llegar podemos mantenernos y si por algo no, pues volver a llegar, pero no vivir con miedo, no vivir titubeando, dudando.
La felicidad hay que quererla, anhelarla, cuidarla, reprogramarnos para disfrutar de ella como disfrutamos de la buena compañía, el buen vino o un buen beso.
Ana C.

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