top of page
  • Black Facebook Icon
  • Black Instagram Icon

Terribles dos; la terrible etiqueta del bebé

  • Foto del escritor: anac
    anac
  • 28 jul 2018
  • 8 Min. de lectura

¿Terribles dos? ¿De verdad? ¿Terribles para quién?


Bienvenida a los dos años. La etapa de los berrinches. Que en mi caso me tuvieron que haber dado la bienvenida a los 18 meses.


Recuerdo aquella vez saliendo del súper cuando subir a Jacobo a su silla fue más tardado que hacer el mandado completo. Arqueaba la espalda, gritaba como si lo estuviera secuestrando, se agarraba de todos lados para no entrar a la camioneta, y pasó una mujer y me dijo "¿Los terribles dos?" y yo le dije "no, los terribles uno punto cinco... Me hizo cara de lástima como queriéndome dar la bendición y se fue.

Ese día nos habíamos ganado la medalla de en el súper. Mejor dicho, nos hubieran dado muchas, "el niño peor portado", "el berrinche más largo y fuerte", "la mamá que no puede controlar a su hijo", "la mamá más desesperada de la historia" o cualquier otra... había tantas opciones.


Así comenzamos esa etapa y yo cada vez que sucedían estas escenas tenía más miedo. Dudaba, sentía como me hacía chiquita y pensaba que mi hijo me sobrepasaba. No era uno eran más de diez berrinches largos. Llegaba en las noches a la casa pidiendo un tiempo fuera, cansadísima y arrastrado los pies. Pero no nada más yo, Jacobo llegaba igual o peor.

Además de eso yo cargaba con varios sentimientos que no me gustaban. Me sentía vencida. Derrotada y totalmente desarmada por un niño de un año y medio. Perdía cada batalla que yo ni siquiera quería empezar a pelear. Tenía una personita que me pegaba, me mordía, me jalaba el cabello. Sentía que criaba al peor niño del mundo. Y todas las noches antes de dormir pensaba en qué estaría haciendo mal, si yo como su mamá se que es un niño con un corazón enorme y que nos amamos, no podía entender el por qué de su comportamiento tan rebelde.


Así pasamos tres meses. A su papá tampoco lo veía muy animado de llegar a casa sabiendo que iba a haber una revolución ahí dentro. Era realmente agotador. Había veces que yo lloraba junto con él porque sentía que la situación se me salía de las manos. Este niño estaba fuera de control totalmente.


Hubo un día, en que tuve una discusión estúpida con Sergio, nada grave, pero se sentía el ambiente sensible porque el nivel de berrinches era exagerado, más de lo que cualquier adulto por más paciente que fuera podía resistir.

En ese momento, me sentía irritada, enojada con todos, y le di una orden a Jacobo, él me la contestó corriendo hacia mi y mordiéndome una pierna. Mi reacción fue quitarlo y darle una bofetada en la boca, tan fuerte que me dolió la mano. Tengo que decir que yo soy de la idea de no educar con golpes aunque respeto cada estilo de educación; pero ese día me sacó de mis casillas. Acto siguiente, subí las escaleras y me senté en la mecedora del cuarto de Jacobo a llorar. Llorar por todo. Ese niño me tenía harta, no sabía como frenar su rebeldía, no me respetaba, y además de todo le había pegado. Tenía culpas, enojo, rabia, tristeza... Sergio subió y me dijo "no llores, no lo hace con mala intención". ¿Cómo explicarle a mi marido que lloraba por todo menos por la mordida de Jacobo?". Ahí terminó ese episodio. Y siguieron muchos otros. Hasta que llegó el que ya te conté en el post de "No me juzgues". Bueno pues a partir de ese berrinche, llegué a mi casa prometiéndome que no pasaría ni una escena similar nunca más. Leí e investigué lo más posible sobre esta etapa, sobre los cambios de comportamiento, las rabietas y la ira explosiva que manejaba mi hijo.


A partir de eso comprendí demasiadas cosas que me gustaría compartirte en lenguaje de mamás por si estás pasando una situación similar. Cabe recalcar que nada de esto son descubrimientos míos, solo es mi entendimiento y lo que he podido aplicar a mi hijo que me ha ayudado como si hubiéramos comenzado de cero.


Entendí que un niño de la edad de Jacobo, y como te dije no soy experta, pero Jacobo tenía un año y medio, o sea que no necesariamente deben tener los dos años para tener este comportamiento; un niño en esta etapa pasa por muchos cambios psicológicos y ahora que lo comprendo me parte el corazón haberme referido a "sus terribles dos" y hasta me enoja escuchar esta etiqueta de "los terribles dos" en bocas ajenas.

Terribles somos nosotros los papás que estamos viviendo una vida tan acelerada y muchas veces complicada que no nos tomamos el tiempo de entender a nuestros pequeños. Y muchas veces ni de querer entenderlos. Claro, es mucho más fácil decir "es que está en los terribles dos". ¿No estaremos nosotros en los terribles veintes, treintas o cuarentas? Esas edades terribles en las que estamos en todo y en nada. Esos terribles años en los que la tecnología nos absorbe, el trabajo nos estresa, la vida nos robotiza. ¿No seremos nosotros los que estamos en la terrible adultez? Por que lo que logré aprender en esta etapa es que tengo a una persona que ha vivido menos de setecientos días de vida. Cada día que él pasa aprende de todo lo que vive. Todo es nuevo para él. Y me di cuenta que tenía a mi bebé viviendo en una tremenda incongruencia. Tenía a un hijo confundido, al que le decía, "No agarres eso porque se quiebra", "no agarres eso porque corta", "Estás tirando todo", "Yo lo hago porque tu lo tiras o lo rompes o te ensucias" y no le explicaba nada sobre las situaciones. Jacobo no conocía nada de eso, él necesitaba entender por qué era que no se podía, o que se ensuciaba o que se rompía. El quería y necesitaba saber lo que significaba caerse, cortarse, romperse, quemarse, ensuciarse y por qué sucedía. Pero yo con mi vida apurada solo le decía que él era chiquito y no podía hacer esas cosas.

Por otro lado, le decía, hijo pásame tus zapatos o un pañal, o cualquier cosa y esperaba que él entendiera y reaccionara rápido. Le decía cómete todo pero le acababa de decir que él se ensuciaba, y estaba muy inseguro de hacerlo.

A mi hijo por un lado le decía que era chiquito e incapaz de hacer muchas cosas, pero por otro le decía "baja o camina rápido que traigo prisa". Sin darme cuenta que para bajar o caminar también era chiquito.


El día que entendí y reconocí esa incongruencia empezaron a cambiar muchas cosas. Empecé a intentar explicarle el por qué de todo. No es fácil. Es tardado, necesitas mucha paciencia, pero es importante para él. En ese momento todo cambió. Me agachaba y le decía con calma, "mi amor, la estufa es peligrosa por que quema, mira ven, me tomaba un minuto para encenderla y poner su manita cerca, y el sintió el calor y quitó su mano, en ese momento él entendió y aprendió lo que es quemarse, y ahora si ya no tenía por qué hacer un berrinche cuando no lo dejaba estar cerca de la estufa porque él entendía que le podía hacer daño. Hicimos lo mismo con un objeto de vidrio, que quebré en frente de él y pudo entender lo que es romperse y cortarse, ahora entiende que el vidrio le puede picar y lastimar y que puede quebrarse fácilmente, entonces nos ahorramos los berrinches que provocaba prohibirle jugar con cosas de vidrio porque él ya entiende la razón. Entendí que él se desesperaba de no entender lo que sucedía, porque son tan pequeños que no han pasado por las miles de experiencias que tenemos y que para nosotros son tan lógicas. A ellos hay que llevarlos de la mano como un libro en blanco y llenarlo de experiencias sencillas que les hagan comprender su vida, su mundo y sus situaciones.


Por otro lado, me di cuenta que mi hijo de un año y medio no tenía porqué vivir el ritmo de vida que vivo yo. Yo soy experta en vivir, subo escaleras, me sirvo agua, termino mi comida, me pongo zapatos y hago todo a una velocidad normal, el niño no, él apenas unos meses atrás había aprendido a caminar, a coordinar movimientos, mano y ojo, y yo le pedía que hiciera todo rápido porque yo personalmente siempre traigo prisa. Cuando comencé a dejarlo realizar las cosas a su ritmo, un ritmo normal de una persona de su edad, también comenzamos a disminuir los berrinches, puesto que él queda muy satisfecho con sus acciones, no lo estreso, no lo presiono, y no peleamos.


Cundo yo fui la que se tomó el tiempo de entender a mi hijo, fue que empezaron a correr los días muy ligeros, no me cansaba psicológicamente como antes. No tenía que alzar la voz, no tenía que luchar con él. Jacobo de pronto estaba interesado en todo lo que yo hacía y yo estaba interesada en explicarle todo lo que yo hacía, el cómo y el porqué. Formamos un equipo muy interesante. Ahora nos divertíamos juntos. El se sentía incluido. Yo cambié mi carácter, ya no estaba a la defensiva, sino a la explicativa.


Fue cuando yo me puse en los zapatos de mi hijo, que pude comprenderlo, que pude entender lo difícil que es sentir cosas que no sabes expresar. A su edad no sabe expresar alegría, enojo, tristeza. Me ha servido mucho preguntarle, ¿cómo te hace sentir esto?, "ya nos tenemos que ir...¿te parece bien? ¿no? ¿por qué? y le explico el por qué nos tenemos que ir. Le explico que pasa si no nos vamos. Y generalmente lo logra entender y salimos en paz y bien librados.


Otro tip que me ha servido mucho es preguntarle si es un problema grande, mediano o pequeño. Un día le expliqué que los problemas pequeños se solucionan rápido y no vale la pena llorar por ellos, los medianos hay que esperar un poquito más pero que podemos hacer otra cosa por mientras y los grandes hay que esperar mucho más tiempo pero que como no están en nuestras manos no podemos estar enojados por eso. Y lo hemos puesto en práctica y nos ha funcionado de maravilla. Cuando llora, me agacho y le pregunto si su problema es grande mediano o pequeño y lo ayudo a ubicarlo y dependiendo de su tamaño lo resolvemos o no. Conversar sobre su problema lo distrae, así que deja de llorar, además le ayuda a identificar sus sentimientos y hablar sobre eso siempre le hace sentir bien, cuando terminamos de clasificar su problema generalmente ya se le olvidó o ya quiere hacer otra cosa.


Pienso que es hora de quitarle la etiqueta horrible que tienen los dos años, y de que carguemos nosotros los adultos con la responsabilidad. Los dos años no son terribles. Jacobo tiene un año diez meses y para mi ha sido una de sus mejores etapas. Es un niño con una curiosidad enorme que me gusta explotar, aprende rápido, y me divierte mucho. Si nosotros logramos entender por lo que pasan o lo que viven nuestros hijos es mucho más fácil pasar esta etapa que no es terrible, no, los niños no son insoportables, no son berrinchudos, ni malcriados, los niños están mal comprendidos por los adultos, generalmente por sus padres, los niños quieren que les ayudemos a crecer, que les enseñemos y los hagamos parte de nuestro mundo pero a su ritmo, no al nuestro, no como si ya supieran todo, ellos viven todos sus días como el primer día de nosotros los adultos en un trabajo nuevo, aprenden todo, todo el día, todo lo hacemos lento, estamos observando para poder hacer todo nosotros después. En ese ritmo tenemos que enseñarles y comprenderlo con la mayor paciencia posible. Haz la prueba, poniéndonos en los zapatos de nuestros hijos y buscando el porqué de cada berrinche podemos comprender lo que pasa y evitar pasar una de las etapas más hermosas enojados con la vida, peleando, llorando. La podemos pasar aprendiendo juntos, disfrutando y riendo.


Bienvenidos los dos, mamá e hijo a los "curiosos dos".


Ana C.



Fotografías: @memorama_fotografía




Kommentarer


bottom of page